lunes, 25 de enero de 2010

ALEJANDRO DUMAS, TRES MOSQUETEROS Y VINOS.

Se cumplió ayer, 24 de julio, 209 años del nacimiento de Alejandro Dumas y es que el gran dramaturgo francés tiene muchas páginas brillantes en su historia. Cuando escribía, se inspiraba apasionadamente no solo en hechos sociales y en historias melodramáticas de época, sino que también ilustraba sus escritos con sus cotidianas historias particulares, ya que muchas veces solía representar algunas de sus facetas y muchos de sus placeres en sus diversos personajes.
Tenemos que señalar que Dumas fue uno de los escritores franceses más leídos del mundo, conocido ampliamente por sus grandes novelas históricas como “Los Tres Mosqueteros” o “El Conde de Montecristo representando al drama romántico de mediados del siglo XIX, y veremos que muchas de esas novelas, en algún sentido, se las llegaba a considerar autobiográficas, como es el caso de los personajes centrales de los mosqueteros.
Dumas acostumbraba a escribir en sus habitaciones junto a una botella de champagne y una copa a su lado, bebiendo algún vino tinto o algún vino de Jerez, e inspirándose en los grandes espadachines de la novela. Es aquí donde se reflejan algunas de sus personalidades como el personaje de Athos, que representa al gran bebedor de la historia, pero sosteniendo una coherencia muy consistente y que refleja cambiantes estados de ánimo; por otro lado D’Artagnan que le recuerda sus primeras épocas en la búsqueda de la libertad y que lo retrotrae a la previa de la Revolución de 1848; Aramis y toda la soberbia e hidalguía que se ve reflejada en su persona y finalmente Porthos que era éticamente el reflejo de Dumas, un individuo con mucho carácter y que expresaba puntillosamente un cuidado predominante a su cuerpo y que lo atraviesa en una largo transcurso de su vida.
En esta laboriosa búsqueda de significados, le va a otorgar un rol protagónico al vino, ya que también formará parte de su vida cotidiana. La taberna como lugar de encuentro, en el que se armonizan los lazos de fraternidad entre los concurrentes y donde logra registrar hechos que ocurrían cotidianamente en la realidad francesa. Destaca en pasajes principales de la novela, un rol protagónico a Athos, ya que el mosquetero es ese bebedor que despliega toda su honestidad en el momento que reflexiona su vida en la impotencia de su autoencierro, bebiéndose las botellas de la bodega en donde se halla encerrado, y que más tarde le contará a D’Artagnan todos los problemas emocionales que guarda en su memoria.
En fin, Alejandro Dumas le da un papel central al vino en “Los Tres Mosqueteros”, cumpliendo una función de unidad de lazos entre amigos, (sobre todo planteado desde un puro valor emotivo) desnudando las facetas de su personaje y asociando al vino con la masculinidad, la fuerza, la impetuosidad irreverente, con esos destacados toques de humor que parecían emerger del propio pensamiento del autor de la novela, y con los discursos de Athos, que entre tantos consejos le asestaba terminantemente a D’Artagnan… «Acuérdate de esto, nunca tengo las ideas más claras que cuando bebo»… Bon Appetit.

jueves, 14 de enero de 2010

AJENJO, ABSENTA, HADAS…TODO UN ARTE.

Escribir sobre el ajenjo produce inevitablemente cierta atracción en muchos sentidos, ya que no solo se lo identifica con una bebida muy llamativa en cuanto a sus colores, aromas, sabores, etc, sino también con la planta que tantas historias entrelaza ya que está enmarcada en una larga historia cultural que reúne a un gran número de artistas e intelectuales que le otorgaron notable repercusión a la que la absenta por sus propios medios había conquistado.
Históricamente a la planta de ajenjo se lo ha documentado tempranamente, los egipcios en los 1600 a.c. lo adoptaron por sus efectos terapéuticos, siendo en esos tiempos digestivo, uno de los problemas médicos más serios en esas poblaciones. Pero también los griegos lo utilizaban para la malaria y por sus efectos benéficos de tonicidad, añadiendo también que a esta planta las huellas de la historia indican que fue investigada desde Hipócrates hasta Galeno.
Según cuenta la historia, un médico franco-suizo, llamado Pierre Ordinaire, descubrió la receta en 1792 difundiendo y comercializando como un excitante elixir, aunque destacando que el ajenjo era principalmente una planta medicinal que fue recomendada desdes su origen para alivio de muchas enfermedades. En principio, la absenta se elabora con la maceración y la destilación del regaliz y con su principal ingrediente que son los tallos y hojas de ajenjo, en el cual se encuentran los terpenos denominados beta tuyonas que son sus principales componentes y que en la actualidad se permite un máximo de 10 mg. por litro. La palabra absenta deriva del latín absinthium que proviene del griego, apsinthion, y se traduce como no bebible, y era también conocida como “Fee Verte”, el hada verde, por la planta que la origina, llamada Artemisia absinthium.
En los bares de Francia, los primeros actores sociales consumidores de ajenjo fue la burguesía parisina, y entre finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX, se instaló en toda el círculo de la intelectualidad francesa, tal es así que a las 5 de la tarde se impuso como moda “la hora verde”, en el que todo el movimiento bohemio se volcaba a los bares a beber absenta.
Fue en ese contexto, que intelectuales de todas las artes como Van Gogh, Degas, Toulouse Lautrec, Paul Verlaine, Charles Baudelaire, Oscar Wilde, Gustave Flaubert, Arthur Rimbaud, Pablo Picasso, Edgar Alan Poe, y hasta cantantes como Carlos Gardel, que gustaba beber ajenjo y que hace referencia en algunos de sus temas citando al poeta Enrique Cadícamo, y así muchos otros ejempolos como las grandes obras del pintor Edgar Degas donde describe y parece desnudar pensamiento y realidad con tal virtuosismo en “La Absenta” en el café Guerbois, en el que muestra a una pareja adormecida por la absenta y por su realidad, donde corre los velos de la marginalidad y el aislamiento social en el que Francia se encuentra, expresando una etapa en que el consumo de ajenjo pasará de la burguesía a las clases populares que también reflejará Picasso con “El bebedor de absenta”, o Van Gogh con “Naturaleza muerta con absenta”.
La preparación de esta bebida ya estaba rodeada de una mística y una ceremonia especialmente peculiar e incluso no se lo bebía puro ya que su graduación alcohólica llegaba hasta unos 89º, entonces se escanciaba la absenta en una copa de cristal, con una cuchara con perforaciones, luego se colocaba un terrón de azúcar por arriba y se le agregaba agua fría para rebajarla hasta un tercio de la copa y finalmente se bebía el verde contenido de un trago.
No es necesario aclarar que este agregado de agua era por el peligro que significaba consumir el ajenjo en estado puro y los problemas que normalmente ocasionaba su gran consumo y es que a partir de esas épocas en las que aparece ese extraordinario rito ceremonial, pero quien mejor que Oscar Wilde la dialéctica y la problemática de su consumo…. “No maldecimos al mar por los desastres ocasionales que causa a nuestros marinos. Así como pertenecen al ajenjo vicios y peligros especiales, también posee gracias y virtudes que no adornan a ninguna otra bebida (...)”. Bon Appetit.

domingo, 10 de enero de 2010

BARES, LIBROS, MUELLES, TRAGOS…HEMINGWAY.

Se cumplen hoy, 111 años del nacimiento de Ernest Hemingway, y de una personalidad que difícilmente pase desapercibida, y es que el corpulento escritor, periodista, y amante de las bebidas, escribió grandes novelas que han quedado registradas en la historia de la literatura, trabajó como corresponsal de guerra, retrató soldados, barcos, pescadores, indígenas, y su rutina con la escritura se fue dando, casi siempre, en bares y bodegones que, básicamente, inspirarían su talento.
Fue un suburbio de Chicago el que lo vio nacer, por julio de 1899, y con el correr de los años, aprendió a tocar violonchelo, jugó rugby y practicaba boxeo, se alistó para su país en la primera guerra mundial, pero solo pudo ingresar a Europa como integrante de la cruz roja. Debido a esta participación, conoció en Francia todo lo que el ambiente literario podía ofrecer. Su vida sucedía en ambientes más que austeros, y bares y fondas eran su lugar predilecto a la hora de escribir sobre su principal trabajo que era el de corresponsal de guerra, lo que lo llevaría a recorrer toda Europa.
Toda la temática de la guerra y su novela “Adiós a las armas” de contenido autobiográfico, es una bisagra en el desarrollo no solo de su escritura, sino también en su mundo. Más tarde va a abandonar la prosa individualista y se va a comprometer con las luchas humanitarias en Africa y con los republicanos en España, escribiendo grandes obras como “La quinta columna” o “Por quien doblan las campanas”, en la cual señala “La muerte de cualquier hombre me disminuye porque estoy ligado a la humanidad; por consiguiente nunca hagas preguntar por quién doblan las campanas: doblan por ti”, y finalmente en el contexto cubano de La Habana, será “El viejo y el mar”, su otra gran obra de la literatura, la que lo va a consagrar una vez más.
La importancia del contexto donde Hemingway escribía, y el entorno que lo rodeaba, lo señalan las mesas de los bares, donde apoyaba su pluma, como algunos de Paris, como el “Harry’s New York Bar”, el cual era muy frecuentado por el escritor, y fue la cuna del nacimiento del cóctel Bloody Mary, o el bar del Hotel Ritz, que compartió con otros escritores tan famosos como Scott Fitzgerald, o Marcel Proust, y finalmente, dos de los lugares más preferidos por Hemingway, en La Habana, “La Bodeguita”, donde se creo el mojito que tanto agradaba al escritor y donde se pasaba largas horas escribiendo, o “El Floridita”, que lo llevó a conocer al Daiquiri, todos ellos, tragos realizados con su bebida favorita; el ron, inclusive hasta tuvo protagonismo en crear su propio trago, deshaciéndose del azúcar del daiquiri y añadiéndole más ron con pomelo y marrasquino, al que llamaron “Daiquiri a lo Papa”, “Papa Doble” o “Hemingway Especial”.
Todo el tema de su suicidio solo es una anécdota, pero en cambio su recuerdo, nos va a acompañar hasta cualquier muelle, cualquier barcaza, una apacible pesca, la vista recorriendo el horizonte, un acogedor libro, un mojito en mano y…Bon Appetit.

martes, 5 de enero de 2010

LA BOTELLA DE VINO DE MIRO.

Ayer 25 de diciembre, se cumpieron 28 años del fallecimiento de uno de los grandes exponentes del surrealismo, Joan Miró, quien fuera una de las figuras más importantes de este movimiento y que tuvo grandes influencias sobre Dalí y Picasso, en un contexto muy marcadadamente política, social y culturalmente.
Miró era pintor, escultor y ceramista español, luego de haber realizado estudios durante tres años de pinturas, paisajismo y retratos, fue inspirado en una primera etapa por los fauvistas y posteriormente será seducido por los cubistas.
Hay una anécdota que lo encuentra pintando un cuadro de los campos de su familia y que le traía muchos recuerdos, el cual quería exponer en Barcelona; ese cuadro le demoró un año en realizarlo, no contaba con dinero para solventarse, (ya que su situación económica era muy inestable), y las galerías no querían aceptar su obra, hasta que la dejó en un bar que habitualmente visitaba y que también contaba con Ernest Hemingway entre sus habitués, el que se acercó a beber un trago y viendo el cuadro, preguntó cuánto costaba, lo que no dudó en adquirírselo por 2.000 francos, que lo sacaron momentáneamente de la pobreza.
Su acercamiento en 1920 al surrealismo en París, lo llevó a visualizar toda la temática onírica y el tratamiento de lo inconsciente, que fue lo que marcaría el futuro de muchas de sus obras, los sueños fueron poniendo de relieve su personalidad, ya que ese era el camino elegido por Miró, y a pesar de distanciarse de los surrealistas unos años más tarde, (ya que sostenía que cada día se iban haciendo mucho más evidentes), realiza en 1924 una obra llamada La botella de vino, en donde se expresa la utilización de formas retorcidas, con muchas líneas onduladas que dan señales de movimientos ondulantes, las montañas que pueden simbolizar su Cataluña añorada, una serpiente con grandes ojos rojos, persiguiendo a un insecto, el volcán que parece estallar en la base de la botella y vapores que parecen perderse en el horizonte.
Esta botella de vino nos presenta algo de todo lo que ha plasmado el movimiento surrealista, en base a las asociaciones libres y todo lo que tiene que ver con la imaginación, agregando que la presencia de la botella no es casual, ya que Miró era un ferviente consumidor de deliciosos y refinados vinos, con lo que disfrutaba y compartía con muchos intelectuales del movimiento surrealista, la pasión por el arte de la pintura, de los sueños y por supuesto también, con el mundo del vino. Bon Appetit.

domingo, 3 de enero de 2010

BUKOWSKI Y EL VINO.

Si nos permitimos algunas libres asociaciones, con Charles Bukoski, vamos a tener una asociación sencillamente determinante con el alcohol, ya que el mismo expresaba, (y seguramente demostraba), su amplia capacidad creadora en las situaciones en que compartía la bebida y la escritura.
La vida de Charles Bukoski, transcurrió de un modo, nada rutinario, nació en Aldernach, una ciudad alemana, pero ya con dos años se encontraba viviendo en Los Angeles, el orden y la disciplina que le aplicó su padre fue determinando su personalidad, volviéndolo cada día más solitario y sumamente introvertido, en su adolescencia comenzó su carrera con la bebida, que nunca dejaría, al igual que su carrera con la escritura, que la empezaría de muy jóven, le encantaba ufanarse de que sus primeros poemas hayan sido escritos a los 35 años, escritos tan marcados por esa realidad contrastante y sin límite, rodeada de sexo, alcohol y lujuria.
Bukoski, siempre se permitió estar ubicado del otro lado de la sociedad, y romper con ese “sueño americano”, apoyándose en sus momentos de prepararse a escribir, acompañado de vinos, whiskys, cervezas, y habitando bares con prostitutas, alcohólicos y vagabundos, un mundo tan real, como cruel, que el no iba a dejar pasar sin más. El consideraba que el vino, era su motivación fundamental, para el acto de la creación, sosteniendo "Necesito beber para escribir, escribir para beber. Mi estado de lucidez lo consigo bajo el alcohol", el estilo que desarrolló de escritura fue muy personal, no había concesiones para nadie, muy directo en cada apreciación, teniendo 50 años, en los bares de la ciudad, escribía 12 relatos por semana, entre botellas de vino y cerveza, su arrogancia lo llevaba a agudizar su personalidad, siendo cada día más vanidoso, violento, escatológico y a esa altura ingenuamente irónico.
Los últimos años de su vida lo encontró bebiendo junto a su pareja Linda Lee, vinos de gran calidad, como así también, whiskys mucho más conocidos, no murió como el hubiera querido, seguramente, por ser una figura conocida, pero era conciente de su devenir.. "Pero lo peor de todo es que algún tiempo después de mi muerte se me va a descubrir de verdad. Todos los que me tenía miedo o me odiaban cuando estaba vivo abrazarán de repente mi memoria. Mis palabras estarán en todas partes. Se crearán clubs y sociedades. Será como para ponerse enfermo".
Como muchos sostienen, la lectura de Bukowski, se hacía más impactante a medida que este envejecía, quizás todo su escepticismo lo llevara a experimentar más y mejores historias, con tanta dureza y realismo, como difícilmente, otro pudiera lograrlo, y es que Bukowski, no se iba a reconciliar con la obsecuencia, ni con el andamiaje de historias con final feliz, el sabía que su vida marcaría un sendero de ideas y concepciones, marcadamente más ambiciosas, que todo lo relacionado al pensamiento políticamente correcto. Bon Appetit.

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